viernes, 6 de septiembre de 2013

Mucho sin escribir, pero mucho qué contar.

Pudiera reconocer que mi vida en Canadá ha sido, sin más que decir, emocionante. Cada día una nueva cosa que aprender, no sólo de la cultura y los modos canadienses, en realidad estos detalles son plus de lo que realmente aprendo y es, simplemente, a vivir y madurar como persona. Tal vez estas líneas se lean como de algún libro de superación personal, de esos que las señoritas disfrutan leer con una sonrisa en el corazón y la mano detrás de la espalda, pidiendo a los cielos un príncipe azul, como aquellos de los cuentos de Hadas (si supieran). En fin, no recuerdo cuándo fue la última vez que me dispuse a escribir una nota en este blog (me da, en realidad, pereza darle click a mi nota anterior y saber la fecha, así que al lector le dejo tal trabajo), pero hoy quise dar unos breves "tipeos"sobre lo que ha sido mi vida. Pero ¿a quién le corresponde sino juzgar lo que ha pasado? En fin, no daré vueltas al asunto.
No recuerdo si he especificado que mi viaje a Canadá es, sin duda, para continuar mis estudios y, por mi falta de conciencia lingüística o comunicativa (como quieran llamarle) en el manejo del inglés (siendo ésta mi tercera lengua en realidad, puesto que la segunda es el francés), me hizo que topara varias veces contra pared y no haberme "lanzado a las tierras canadienses desde un principio". Pero para todo hay un tiempo y ahora es mi turno (me repito "my turn" constantemente y me siento como la protagonista de "Black Swan").
Hace unos días llegaron mis compañeros de casa, somos seis viviendo en una hermosa suite, cerca de la Universidad y a unos minutos de una fantástica playa. Tres chicas (dos canadienses y una australiana) y tres hombres (un canadiense, un americano y yo). Así que, digamos, es una casa de locos, una casa multicultural donde se aprende día a día, cosas diminutas que le dan el sabor a la vida. Sabor a la vida. Sí, claro, eso debe ser porqué estoy disfrutando vivir aquí. Son experiencias.
En fin, la primera reunión de los cinco (el muchacho canadiense aún no llegaba) fue bastante interesante puesto que conversamos absolutamente de todo, principalmente de nuestras culturas, mientras degustábamos un rico salmón con naranja y apio, acompañado con vino blanco y una ensalada de lechuga exquisita. Tuve el descuido de no sacar fotografías ante tal experiencia. Aquél día conocí a las madres de mis compañeros y una en específico, la mamá de la chica australiana, me enseñó a hacer un pescado con limón y almendras que decidí preparar hoy y los resultados fueron maravillosos.

La preparación es, en realidad, bastante simple. El pescado está empalizado y sólo se le agrega las almendras cuando se está friendo junto con el aceite. Lo acompañé con una sencilla ensalada de lechuga, jitomate y aceitunas y, por supuesto, pasta. Lo único que faltó fue, sin duda, el vino.

1 comentario:

Uriel Martínez dijo...

Gracias por la receta Chepina Peralta.

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