Olvidé especificar que en mi primer mes estuve, digamos, en una situación bastante cómoda y, de alguna manera, de vacaciones porque estuve en mi propia habitación en la universidad de Victoria, con la privacidad y el silencio necesarios para mí, salvo unos cuantos episodios de fiestas y reuniones de los estudiantes contiguos, normales si se piensa que está en un lugar universitario y estudiantil, donde la juventud es el común denominador. Así que, en este sentido, toda la navegación fue, digamos, tranquila y sin ningún percance, salvo mis episodios de evidente estrés y la nostalgia por mi país natal.
Ahora, estando ya en otro ambiente, distinto a lo que fue el vivir como colegial dentro de una universidad prestigiosa, el cambio es notorio. Vivo, por el momento, en el piso inferior, solo, y en el superior mis caseros, una pareja de semi-jubilados muy amables, que tienen un gran aprecio por la cultura mexicana similar a la que yo tengo por la cultura musulmana.
En otras palabras, el ambiente ya es convivir, al menos, con ellos y he tenido mis primeros contactos con lo que es realmente un choque de cultura o mis deslices debido, principalmente, a mi ignorancia de no saber cómo lidiar con lo mío frente a lo suyo, no tratando de dominar sino equilibrar para reorganizar el ambiente y evitar fricciones que pudieran concluir en una mala relación e incluso una insatisfactoria conclusión con mis caseros. Mi pavor es, sin duda, que mis costumbres sean una afrenta o una molestia para ellos.
Downtown de Victoria, B.C. |
El título de esta entrada es, sin duda cierta, porque tengo entendido desde antes de viajar a Canadá que los habitantes de este país son respetuosos (de ahí la visión positiva del canadiense en el exterior) y cuidadosos porque sus leyes son precisas y, a la menor infracción, el castigo es duro y no mira el estatus de quien es castigado. Por ello, el canadiense respeta a los demás y, obviamente, busca ser respetado. Es, de alguna manera, sentido común. Viajar a un lugar, cualquiera que sea, es adaptarse a lo que es frente a lo que no es permitido. De ahí los choques culturales, de ahí el hecho que me sienta tan avergonzado por mis costumbres, no de ser mexicano, eso está, evidentemente, fuera de lugar, sino el hecho, como dije, de ser principiante en cuanto a la adaptación. Esto tiene su razón de ser: mi primer viaje al extranjero y mi primera salida real de mi casa, fuera de la tutela y el cuidado de mis padres, fuera de mi cultura y de su seguridad y de aquello que me hace ser mexicano. Aquí soy un mexicano que viene a estudiar y, como tal, necesito adaptarme a estas nuevas costumbres. De ahí mi pavor, mi principal pavor es no adaptarme y que mis costumbres, incluso personales, no sean agradables para los canadienses, en este caso, para mis caseros. Nunca me había sentido tan avergonzado porque mi propia ignorancia, en el sentido de no saber cómo manejar la vida cotidiana canadiense, me hizo sonrojar y golpearme contra la cabeza: ensucié la alfombra (en realidad toda la casa está alfombrada) con el lodo de mis zapatos por una torpeza mía, que no me excluye ni sirve de pretexto: los canadienses tienen la costumbre de descalzarse cuando llegan a casa, símil de los japoneses, o usan zapatos para interiores o pantuflas.
Charlando con un amigo, me comentó que no tengo porqué sentirme mal, desgarrarme las vestiduras o martirizarme por una torpeza, puesto que es evidente que, como un niño, estoy ensayando en esto que es la adaptación en un país desconocido. Sin embargo, agregó que si tenía dificultades para adaptarme o, incluso, saber exactamente el comportamiento del canadiense, preguntara. Mero sentido común, informarse qué se debe hacer y qué no se debe hacer. Como lo es en este caso, USAR ZAPATILLAS ADECUADAS EN ALFOMBRAS O CASAS ALFOMBRADAS.
algunos canadienses tienen la costumbre de descalzarse para entrar a una casa alfombrada y estoy en una casa alfombrada. E
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