miércoles, 28 de diciembre de 2011

El "Inferno" de la vida.

"Inferno". August Strindberg (Ed. Coyoacán, 2005)
Fotografía: Simplicius Simplicissimus Onustus Floribus (2011)
A mi temprana edad (23 años), me llegó la crisis de la madurez, como lo hago llamar, consistente en el hecho de haberme dado cuenta que he dejado de ser un niño y un joven. Dejar la crisis en ese tono es como dejar el pastel en una ventana para que sea atacada por las moscas. Es insulso. Si bien las crisis son necesarias debido al nivel catártico producidas, existen medicinas (llámese libros, amigos u otra cosa [dependiendo del individuo]) para ayudar a la superación de las mismas. Mi crisis, básicamente, consiste en haberme dado cuenta de que estoy por ser un individuo independiente, futuro profesionista y con miedo al mundo laboral. Sin embargo, justo cae en mi regazo (literalmente porque cayó encima de mí cuando acomodaba mis libros), el texto de Strindberg y sólo lo leí. No he terminado la lectura, me faltan escasas 20 páginas y en cada una de ellas, las leídas, he visto las crisis retratadas del autor, con una sobriedad y un existencialismo que, en lo personal, me produjeron una cierta epifanía. Darme cuenta sobre el periodo vulnerable del hombre en crisis y ver cómo, poco a poco, el protagonista, hombre en crisis, va saliendo de la misma. Sin embargo, el protagonista (paralelo del autor) tiene, al parecer, todas las cosas para perder: crisis de demencia, en el matrimonio, un extraño delirio de persecución, cierta fantasía por crear oro de manera espontanea, miedo a perder a su hija y, principalmente, miedo a sí mismo.
Es cierto que la edición que posea es mala, debido a los errores de edición. Descuidada, matizando un poco. He tenido la fortuna de leer algunos pasajes en su idioma original (francés) que, por cierto, es una escritura muy macarrónica (si se me permite la palabra), puesto que el autor (sueco de nacimiento) decide escribir en un idioma extranjero. No es con el fin de condenar a August Strindberg por su actitud, sino aclarar que la misma escritura original resulta un problema de compresión, debido al manejo del idioma. Además, su amigo Marcel Réja funge de corrector de estilo y cambia ciertas palabras transformando el sentido original. El texto es, pues, llevada a tres manos: el autor, el corrector de estilo y el traductor (de la presente edición: José Rodríguez). Por eso, no hay que culpar completamente a la editorial, sino que es un libro difícil para comprender.
Sin embargo, la obra va desenmarañandose en una serie de constantes vicisitudes que, en cierta medida, van acompañadas con los triunfos debido a su interés por la química. La obra consta de veinte capítulos y un epílogo explicativo.
Espero profundizar, cuando termine el texto :D

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