domingo, 25 de diciembre de 2011

El grial y las cuadraturas solares: el acercamiento a lo divino en tres cuentos de Severino Salazar



 Voy a enfocarme sólo en tres cuentos —Los Santos Reyes, Nunc dimittis y El caballero de los espejos— en esta reflexión, los cuales pertenecen a Quince cuentos de Navidad (Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 2000), escrito por Severino Salazar (1947-2005). El enfoca va a ser en cuanto al acercamiento de los personajes con lo divino. Las tradiciones mexicanas relacionadas con las fiestas decembrinas están cubiertas con un manto de lo sacro y lo religioso. En los pueblos, no sólo de Zacatecas, sino de México, existe un apego a las tradiciones católicas como también una pasión por las mismas. Los cuentos del libro, como el título lo dice, versa en Navidad y, sin olvidar su pasado en Tepetongo, el autor nos entrega una construcción heterogénea de lo que es la Navidad, de cómo se celebra. 

            Quiero apuntar el carácter de los tres cuentos: su relación o su cercanía con lo sagrado donde el personaje (o los personajes) conversan con lo divino. Es, pues, la introducción de lo real-maravilloso en un contexto zacatecano, a través de algún objeto o cuerpo, prácticamente relacionado con lo físico. Es decir, el contacto con lo divino se lleva a través con objetos tangibles que, en Los Santos Reyes Nunc dimittis, son meramente cotidianos.
Los Santos Reyes presenta, en primer lugar, una reunión familiar para festejar dicho día. Es cierto que se le puede tomar este cuento en un sentido socioeconómico: la migración en el estado como sustento económico para la mayoría de las familias. El protagonista recibe un tapete, regalo de su tío, el cual sirve para orar. El tapete no es más que un lugar sagrado donde sólo el personaje —quien narra la historia— es apto para sentir la experiencia mística, siempre mirando hacia la Meca y cubierto con la luna, símbolos de la tradición musulmana que, en cierta manera, es hermana de la religión Católica —ambas nacen de las interpretaciones de las Sagradas Escrituras. Dios está presente en todos lados, idea panteísta, y conversa con el personaje a través de la meditación, la oración o el imaginar cosas.
            Nunc dimittis es un cántico del Evangelio de San Lucas. En el cuento, el protagonista, un viejo coleccionista de cencerros, construye un paraíso artificial rodeado del pasado, del virreinato. Sin embargo, su paz es la preparación de algo superior, metafísico o cósmico como lo describe el personaje. La muerte y la llegada de unos extraños al pueblo implica el primer contacto con lo real-maravilloso: muertos unos becerros —alegoría de las almas perdidas—, un secreto viene con ellos: un cencerro que, en otro momento, fue una reliquia: el Santo Grial. ¿Qué significa la aparición del objeto sacro en un terreno inhóspito e insólito?: es un acto de milagro, donde lo real es roto por lo maravilloso. La ruptura a través de un evento de lo más sencillo: la llegada al pueblo de una familia. Cuando el coleccionista adquiere el cencerro, el Alquimista —clara alegoría de las búsquedas antiquísimas por convertir cualquier mineral u objeto en oro— le informa que el objeto es de oro, claro que el Tiempo lo ha maltratado. Si bien la llegada del objeto religioso implica una pérdida de sentido de los demás objetos de su colección, significa ese hacer terrenal un objeto sagrado, hacerlo táctil e incluso profanarlo al convertirlo en un mero objeto para ovejas: la degradación de la reliquia.

            El caballero de los espejos guarda relación con Don Quijote de la Mancha, con aquel personaje que busca derrotar a don Quijote. En el cuento, Severino Salazar reinventa o, más bien, toma como pretexto la figura quijotesca del caballero y lo gira a un torno más simbólico, metafísico. Es una fiesta donde celebran la Navidad, están, por lo que se puede disertar, en un apartamento en alguna urbe —tal vez la ciudad de México. La celebración, la fiesta de disfraces, es el desplazamiento, empleando un término psicoanalista, del carnaval a un ambiente urbano: amigos reunidos cuya alegría se ve interrumpida por la llegada de un extraño: un desconocido con espejos en su vestuario, tan hermoso que su belleza produce que caigan en la tentación, como Eva ante la manzana. Es, en primera instancia, un objeto de deseo sexual. Debido a su belleza —un Dorian Grey ante un grupo de desconocidos—, la celebración se convierte en una orgía, en un acercamiento a lo divino a través del sexo. Es, pues, la unión con el cuerpo y, después, con el alma. Sin embargo, la escena es de por sí curiosa: un hombre que es espejo y alma, muestra lo que son los invitados a la Última Cena, donde el sacrificio es el caballero de los espejos. Su muerte implica vida y placer. El acercamiento es, también, mediante el asesinato y la destrucción, pues el hombre muere en un ambiente dionisiaco, producido por el alcohol y, posiblemente, por sustancias psicotrópicas.
Faulkner influye en la literatura hispanoamericana del siglo XX. Si se toma una de las características de su prosa —la decadencia—, se observa que en los últimos dos cuentos señalados existe tal: un objeto cuyo valor sacro se ha profanado en el instante en que se convierte en un objeto decorativo, tal vez para ocultar el verdadero secreto del objeto. La degradación del alma a través del cuerpo: la belleza destruida. También, es importante hacer la siguiente observación: el regreso o la llegada de algún objeto o persona extraña que rompe con la cotidianeidad (lo real) implantando, por un espacio temporal —no me atrevo a decir si breve o largo—, lo maravilloso a través del milagro o, en otras palabras, el acercamiento con lo divino es mediante objetos. El primero con un tapete, el segundo con el Santo Grial degradado a cencerro y el tercero con el cuerpo.

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