Es la sangre que corre por las venas de los ya muertos, sangre oscura que sirve para regar los cementerios y los peces del abismo. Sangre que se coagula en infinitas esferas que, al entrar en contacto con el magnetismo lunar, explotan en miles de constelaciones, en estellas de mantos acuíferos. Bajo la explosión, miles de amantes se jurarán un amor que, con el tiempo, se disolverá bajo la amargura, la amargura de los miedos. ¿Miedo? Una ola incandescente que absorverá las almas, una ola que fluye desde el fondo hacia la superficie, consumiendo, asfixiando. Un abrazo de la amargura influenciado por las lunas de octubre, por esa sanguinaria oscuridad que muchos poetas alaban y pocos detestan.
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