miércoles, 7 de mayo de 2008

La risa, la superioridad y el dolor dentro de Mi bufón, poema de Antonio Machado

La risa, la superioridad y el dolor dentro de Mi bufón, poema de Antonio Machado

La risa y el dolor se expresan con los órganos en los
que residen el mando y la ciencia del bien o del mal:
los ojos y la boca.
"Lo cómico y la caricatura". Charles Baudelaire.


La primera edición de Campos de Castilla, una de las obras más importantes del sevillano Antonio Machado, aparece en 1912 como “…resultado de una deliberada y muy meditada reacción de su autor en contra de la estética de raíz simbolista modernista que había informado su obra lírica hasta poco antes de la publicación”[1]; el libro concluye con Mi bufón, objeto central del presente análisis.
Es importante señalar los años en que fue escrita Campos de Castilla para entender la situación del autor en el momento en que lo escribió. Tras la publicación de Soledades, Galerías y Otros poemas, una versión ampliada de Soledades, viaja al Instituto de Soria para trabajar como catedrático de francés. En aquel lugar conoce a Leonor Izquierdo[2], su gran amor que después morirá de tuberculosis en un charco de sangre. El poeta cae en una depresión y decide trasladarse a Baeza (Jaén), donde vivió durante un tiempo con su madre dedicándose a la enseñanza. Para 1912 Campos de Castilla ya estaba en los aparadores de las librerías; en esta obra, se refleja la separación de los rasgos modernistas que presentaba Soledades y del intimismo hacia el que había evolucionado en Soledades, galerías y otros poemas, acercándose a las inquietudes patrióticas de los autores de la Generación del 98.
En la cultura popular se ha relegado al bufón a un estrato inferior; su labor consiste en hacer reír a los poderosos. El cómico de la Corte tenía características físicas repugnantes y que rompen con el ideal de la belleza[3], tanto masculino como femenino; en muchas pinturas medievales se les retrata como individuos de baja estatura, horribles y con una joroba. Los bufones explotaban no sólo sus ocurrencias para ganar unas cuantas monedas sino también su fealdad. Es decir, renuncia con convicción al honor para satisfacer sus mínimas necesidades; hay un “…claro contraste entre este materialismo o pragmatismo del pícaro-bufón y el supuesto idealismo de la sociedad oficial”[4] (Venzalá, 1999). Además, es un ser que transgrede las reglas prestablecidas en la sociedad, pero su actuar está en consonancia con las normas y lo que se espera de él.
Los bufones sabían muy bien que trabajar para un rey, noble o emperador conlleva una serie de libertades y comodidades; es un pueblerino que come lo que los grandes degustan, viste ropas coloridas hechas con las telas más finas y tenía los favores de la Corte sólo por hacerlos reír; al jubilarse, su dote era muy grande e incluso estaba a la par con la de otros nobles. Éste personaje folclórico tuvo la dicha de ser retratado por grandes pintores —como Velázquez—; Víctor Hugo escribió El rey se divierte tomando las supuestas desgracias de Triboulet, quien divirtió a Francisco I de Francia.

***
¿Por qué se describe al bufón como un “…demonio de mis sueños…”[5] (Machado, 1999)? ¿Tiene algún significado el demonio dentro de la Generación del 98[6]? ¿Acaso se le consideraba, al igual que en el Romanticismo, como un rebelde? Tal vez el autor vio en la figura del demonio[7] una forma para describirlo, ya que ambos carecen de belleza física tradicional. Además, la fuerza simbólica con que inicia el poema es trascendente, porque no sólo describe lo físico (como anteriormente mencioné) sino también lo psicológico del personaje. Ambos son rebeldes, burlescos, críticos y suspicaces; han sido desterrados a un mundo inferior debido a algo y cargan con un gran pesar en sus hombros.
El demonio es una creación del hombre, como los dioses paganos en las civilizaciones antiguas, para dar respuesta a algún cuestionamiento. En este poema, el bufón es un demonio que deambula en los sueños del poeta[8]; un ente ilusorio que se burla con descaro de su tragedia.
La risa humana juega un papel muy importante en el poema, porque “…está íntimamente ligada al accidente de una antigua caída, de una degradación física y moral”[9]. En Lo cómico y la caricatura, Baudelaire reflexiona acerca de la risa y nos menciona que existe una superioridad inconsciente en el que ríe, porque él/ella no cometió el error que causó la risa. Al trasladar lo anterior al texto de Machado, se observa un reclamo del poeta (o sujeto lírico) hacia el bufón, porque el segundo se ríe de la tragedia del primero. Es decir, la superioridad radica en que éste no fue la víctima de dicha desventura. ¿Qué tragedia es causa de risa para este desvergonzado demonio? No puede ser un accidente cotidiano —una caída o un golpe— sino algo que cause una degradación moral[10]. El dolor es provocado por la pérdida de un ser amado[11].
En los versos “…ríe con sus labios rojos, / sus negros y vivos ojos…”, los colores, aparte de ayudar en la creación de una bella imagen, proporciona una fuerza imprescindible. El bufón muerde con furia burlesca al poeta; la mordida es la risa que brota de sus labios[12] rojos[13]. El rojo sirve para dar énfasis a esa boca y a esa risa del demonio-bufón, porque quiere atormentarlo. Es un juego de dualidad muy interesante; por un lado, el sujeto lírico sufre la burla y por el otro está fascinado por el que ríe. Además, hay una paradoja en la figura del bufón, porque tradicionalmente se le ve como dador de diversión, pero en este poema se invierten los papeles: él es quien se divierte. El negro juega un papel muy parecido al rojo, porque crea un ambiente tétrico en torno al ya mencionado personaje.
La obra consta de catorce versos de arte menor[14], en los primeros cuatro la rima consonante es cruzada o abrazada (ABBA) y a partir de la quinta, existe un pareado que es fácil de identificar. Por lo anterior, considero que está escrito en verso libre.
El lenguaje es sencillo y con una carga simbólica nos alienta a reflexionar sobre la dualidad de la risa —una característica muy singular en el hombre—: puede ser hiriente o un signo de la alegría. Para finalizar, el bufón nos recuerda a un pequeño demonio que se burla de los demás. Es decir, su papel como tal sí se cumple.

Bibliografía
Baudelaire, C. (1988). "De la esencia de la risa y en general de lo cómico en las artes plásticas". En C. Baudelaire, "Lo cómico y la caricatura" (pág. 135). Madrid, España: Visor.
González, Á. (1999). "Prólogo". En A. Machado, "Campos de Castilla" (pág. 5). México, D.F.: UNIDAD.
Machado, A. (1999). "Mi bufón". En A. Machado, "Campos de Castilla" (pág. 126). México, D.F.: UNIDAD.
Venzalá, V. P. (1999). "Del bufón al pícaro. El caso de <>". Recuperado el 1 de mayo de 2008, de Universidad Complutense de Madrid: http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/02122952/articulos/DICE9999110195A.PDF






[1]González, Á. (1999). “Prólogo”. En A. Machado, “Campos de Castilla” (pág. 5).
[2] Nació en 1894 en la casa-cuartel situada en el Castillo de Almenar (Soria). En enero de 1908, viaja a una pensión que regentaban sus padres y allí conoce a Antonio Machado. El 30 de julio de 1909, con 15 años de edad, se casó con el poeta en la Iglesia de Santa María la Mayor.
[3]Por lo regular, poseían características de anormalidad física: enanos, jorobados, lisiados o con alguna otra malformación. No sé si estoy correcto en la afirmación de que dichos atributos causaban un malestar moral en el afectado, pero me atrevo a decir que muchas veces sí tenían un dolor físico, quizá por un pie deforme o por la joroba.
[4]Venzalá, V. P. (1999). “Del bufón al pícaro. El caso de” ‘La pícara Justina’. Recuperado el 1 de mayo de 2008, de Universidad Complutense de Madrid: http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/02122952/articulos/DICE9999110195A.PDF
[5] Machado, A. (1999). “Mi bufón” en “Campos de Castilla” (pág. 126).
[6] No quiero ahondar si existe algún significado del demonio dentro de este movimiento porque me estaría alejando del tema central del presente análisis y, además, no tengo una brújula y mapa para guiarme en la Generación del 98.
[7] A partir del Romanticismo, la figura del diablo se vuelve un símbolo que representa la rebeldía, la tristeza, la nostalgia, la melancolía y el dolor.
[8]El sueño es un estado de inactividad física e intangible, aunque parece que son muy reales. Por ello, creo acertada la definición del bufón que manejo, porque no se especifica si su presencia es corpórea, sino un “demonio de mis sueños”, algo que está ahí pero no es posible tocar.
[9]Baudelaire, C. (1988). “De la esencia de la risa y en general de lo cómico en las artes plásticas” en C. Baudelaire, Lo cómico y la caricatura (pág. 135). Madrid, España: Visor.
[10] Esto se comprueba por el reclamo existente en el poema.
[11] Apuesto más a que fue la pérdida de un ser amado que un objeto porque el dolor es más fuerte y todos los seres humanos lo hemos vivido.
[12] Parafraseando a Baudelaire, los labios están ligados con la risa, porque de ella brota; la boca es uno de los mandos para hacer el bien o el mal. Por ende, el bufón ríe con pasión y furia
[13] Muchas veces, sirve para denotar furia o pasión; el color de la sangre se debe a la presencia de hemoglobina, lo cual provocó, en la cultura griega y romana, una asociación del rojo con el dios de la guerra. Durante mucho tiempo (probablemente a partir de la revolución francesa), el rojo se ha empleado como el color de los revolucionarios y los izquierdistas; el blanco se empleó por los conservadores. Por ejemplo, en la Guerra Civil de Rusia y en la Guerra Civil de Finlandia se enfrentaron rojos contra blancos. La identificación del comunismo con el rojo (siendo el rojo el color principal de la bandera de la Unión Soviética) produjo expresiones durante la Guerra Fría tales como "la amenaza roja", la "China Roja" (en contraposición con "la China Nacionalista", la China Libre o Taiwan). En el simbolismo chino, el rojo representa la buena suerte y es muy común en la decoración. El dinero en las sociedades chinas se ofrece tradicionalmente en paquetes rojos.
[14] La mayoría de los versos están escritos en octosílabas — aplicando algunas licencias poéticas como la sinalefa y la ley del acento final­—, excepto el octavo.

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