miércoles, 21 de noviembre de 2007

Microrrelato

Esa mañana en que todos se habían ido.
Desperté con un fuerte dolor de cabeza, todo giraba en torno a mí. Di unos cuantos pasos y caí, la habitación tembló. Grité tan fuerte que los jarrones de mi mujer estallaron en mil pedazos. Cogí mis cabellos, los jalé con fuerza y arranqué algunos. Llamé con fuerza a mi hijastro. Sentía que mis ojos se saldrían. Maldije, mi voz produjo una grietas en las bellas columnas de marmol. Intenté levanterme, pero caí por un peso enorme.
Llegó mi hijastro, arrastrando sus pies y cargando un hacha enorme. Golpeó mi cabeza y de ella. Sentí un gran alivio. Cerré los ojos. Caundo los abrí vi a una hermosa muchacha, alta y delgada. Llevaba una lanza y un escudo de bronce. Su olor era delicioso, un perfume único, parecido a mi sensual hija, pero más agrio. Las aves comenzaron a cantar y unos dulces intrumentos interpretaron la melodía. Levanté la vista, no podía ver por la neblina perfumada. Cuando se disipó, vi que estaba mi familia y veían asombrados a la mujer que había nacido. Me felicitaron, no les presté atención. aún estaba aturdido.
Ahí tenéis a la partera que ha hecho posible este portento. Debéis felicitar a Hefestos. Pues aunque soy el máximo y el mejor de los dioses, yo no habría podido hacer toda esta labor por mí mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

haay, esta muy bueno el escrito, jeje.
komo que me rekuerda mas, kosas,
a las k kerias decir.
muy bueno.
te dejo, y sigue escribiendo bye..

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails
©Todos los derechos reservados
©Copyright 2010