domingo, 14 de octubre de 2007

Si una mañana de verano un niño


Un mundo de palabras nos rodea y a cada paso que damos nos encontramos con una palabra. Una palabra que nos da un mensaje, como aquel dios griego, para interpretar nuestra realidad. Somos individuos encerrados en castillos de palabras, sujetos a palabras abstractas. Dice Octavio Paz que la palabra es miembro de nuestro ser, pero también somos partes de ella. Una bella paradoja. La literatura, uno de los castillos abstractos formado por las palabras, nos muestra de distintas maneras cómo es la realidad que nos rodea. Nos ayuda a palparla y degustarla, como chef amante de la comida. Iniciar en la literatura es difícil, pero al avanzar descubrimos que es tan bella como el mismo mundo. Muchos no gustan de la lectura, porque son obligados a leer obras que no son de su presencia. La clave para inculcar la lectura es dejarlos leer lo que gusten y conforme pase el tiempo verán que los libros son una ventana muy grande donde todo puede ser visto. El libro es un aleph que espía y expía al mundo.
Tiernamente Si una mañana de verano un niño inicia pero conforme se adentra, podemos observar cómo Cotroneo escinde con la delicadeza propia de los médicos en busca de los significados de varios libros. Abre con el bisturí el cuerpo de la Isla del Tesoro para descubrirle abandono de la niñez por parte de Jim Hawkins y lo complicado que es el ser humano. Una analogía sobre el hombre que siempre está cambiando y en algún momento no sabe lo que quiere. El autor aborda el problema del mal de una manera muy infantil y acertada. Nos dice que John Silver y Pew no existen en el mundo, sino que sus características las tienen personas que viven en el mundo e inclusive las más cercanas a nosotros pueden tenerlas. Cotroneo compara los personajes literarios con sujetos de la vida real y relaciona las situaciones descritas en los libros con sucesos reales. Francesco, conforme se avanza en la lectura, ya no es un niño, sino se transforma en millones de niños. Es decir, nos volvemos hijos de Cotroneo y él nos guía por la literatura.John Silver es un personaje muy complicado, pero es una analogía de hombre. Nos muestra que hay hombres que tienen una idea maquiavélica para llegar a la grandeza u obtener algún objeto (en este caso el tesoro) para mejorar la vida.
The Catcher in the Rye es una obra que transgresora y delicada. Una historia que, al igual que La isla del tesoro, es una novela de formación (Bildungsroman). En este caso, es el paso a la adultez, donde un joven se rehúsa a ser adulto, porque lo ve como un mundo monótono y absurdo. Holden Caulfied es descrito como un joven burlesco que busca en ser lo que en el título se declara: ser el guardián entre el centeno.
Es hermoso e interesante cómo Cotroneo nos muestra, mediante una anécdota, la manera en que cambia la historia favorita de Francesco[1]. Además, nos indica que cada vez que leemos un texto, la obra no cambia, sino que encontramos detalles que no habíamos visto anteriormente. Todos pueden leer y nadie está exento en la literatura, aprendemos sutil o bruscamente. La literatura nos enseña cómo es el mundo en realidad y las clases de seres que en él habitan. Esta obra despertó en mí la ternura y la nostalgia al recordar la niñez.
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[1] Con esto, nos obsequia un tip para mantener interesado al niño cuando se le narra un cuento. Poner los detalles en el cuento que al niño le interese. Por ejemplo, meter elementos mágicos en un texto que los tiene, incluir samurais en La bella durmiente o crear muchos enanos en Blancanieves y causar risa en el niño, tal como lo hizo el cerdo Orson en la serie animada de Garfield and friends.

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