La semana pasada, en Zacatecas se vivió un festival sin precedentes; el primero en su tipo en el estado: el Primer Festival de la Diversidad Sexual. Había toda clase de eventos en pro de las defensas de los derechos de los homosexuales: conferencia, talleres, teatro, cine, exposición y conciertos de música clásica y moderna y ópera. El programa fue variado y muy interesante.
Fueron pocas las personas (hablando políticamente) los que estuvieron en contra de este festival, de hecho (para vergüenza de todos y en pleno siglo XXI) un diputado del Partido Acción Nacional (PAN) hizo un comentario en la Legislatura del Estado que él estaba en contra de este tipo de festivales y que más vale gastar dinero en reprimir dichas manifestaciones en estos momentos que más tarde... mi comentario: estúpido diputado santurrón, que capte: no vivimos en la Edad Media y sí está en contra de dichos movimientos que sea muy político (o al menos tenga el tacto suficiente) como para decirlo.
La noche de ayer, se realizó el tercer desfile Lésbico-gay que los zacatecanos vieron y apoyaron (no me dejaran mentir que sí hubo gente que ponía caras de extrañeza pero, citando a mi buen Adolfo: "a ese tipo de personas hay que transgedirlas para que capten que no vivimos en el medievo"). Por desgracia, no lo vi porque estaba en un taller de Literatura erótica, pero sí tuve la oportunidad de asistir al concierto de clausura, dada por Sarah Ortíz, una mezo-soprano zacatecana que, a mi gusto, es excelente y otro cantante (no recuerdo su nombre) que también es bueno.
Ya para concluir, estos tipos de eventos son buenos para ayudar a la defensa de la equidad entre los géneros, sin importar su raza o tendencia sexual. De hecho, siendo un heterosexual, soy un chavo que se molesta que haya desigualdad entre las personas y más aborrezco a las personas de mente cerrada (como los católicos o cristianos más papistas) que, a mi desgracia, conozco a varios.
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