miércoles, 1 de marzo de 2006

Ensayo de "EL Final del Juego", de Cortázar

“Es un libro que habla de lo fantástico,
pero sin olvidarse de lo real”

En El final del juego, de Julio Cortázar, las protagonistas siempre huyen de una realidad rutinaria, en el que ellas deben soportar a un par de mujeres de carácter agrio, con montañas de platos por lavar; escapan de obligaciones, envidias y resentimientos; dejan a un lado las enfermedades y las limitaciones físicas cuando traspasan la puerta blanca de la casa. Sin embargo, al cruzar la puerta blanca, entran en su reino: otra dimensión de la realidad, en donde representan estatuas y actitudes justo cuando el ferrocarril pasa fugazmente delante de ellas.

La voz narradora cuenta la manera de cómo se escapaba, junto con Leticia y Holanda, del mundo de acá: la realidad mezquina y se transportaban a su reino de estatuas y actitudes. El juego es prácticamente sencillo: se rifaban los lugares y el participante ganador inicia el juego; las demás dicen una palabra y la ganadora escoge varios ornamentos para interpretar dicho vocablo.
El ferrocarril es el único objeto que nos mantiene en la realidad humana, mientras que nos internamos en el reino de las tres adolescentes.
El juego termina cuando Ariel (y con él la realidad exterior) trata de penetrar en el juego, cuando la visión del mismo contamina la de las niñas y turba su complicidad y su armonía.
Es necesario señalar el momento en que Leticia abandona a sus compañeras de juego (debido a fuertísimos dolores), para esclarecer el tipo de final en el cuento.
Creo que es abierto, porque no dice, de manera explícita, la muerte de Leticia, porque no está diciendo sí en verdad murió Leticia o, simplemente, se enfermo de gravedad. Es decir, nos da la posibilidad de inventar un final.

Las mujeres, desde muy temprana edad, son inducidas al trabajo doméstico, debido a los estereotipos impuestos por la sociedad. Es decir, desde que ellas tienen memoria, los padres les regalan que muñecas, vajillas y objetos comunes para las labores domésticas y la crianza de los hijos.
En este cuento, los estereotipos sociales son duramente criticados y puestos en tela de juicio; propone y defiende equidad de género. Pero, más que nada, nos hace sentir (a los varones) empatía hacia el otro sexo y cómo la misma sociedad obliga a madurar a las mujeres. Es un cuento de formación o aprendizaje.

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