Había una vez un gran rinoceronte blanco con piel de leopardo que devoró la cabeza de un mandril con piernas de lechuza. El cráneo se le atoró en la garganta y desde el interior le gritó un coctel de insultos monescos. El rinopardo se sacudió para que su presa se golpeara contra las paredes de la garganta durísima y estrecha. El cuerpo del mandril se levantó y del suelo cogió una rama puntiaguda y con ella abrió la garganta para recuperar lo perdido.
2 comentarios:
Hola Adso!
Pues que te puedo decir, me gusto :D
Aunque la imagen del chango/mandril con el palo, se me hizo re ruda (si soy nena :P) me gusto :D
te mando saludillos :D
Pancho xD xx
Hey Adsooo...está muy sabroso tu cuentito, lleno de imágenes muy mezcladas amigo, te rifas!
un abrazo
besos
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