Pretendo hablar desde el oficio de escribir. Me inicié escribiendo porque
no había otra manera de solventar mis necesidades espirituales, tal vez por un
escaso o nulo desarrollo de mi concepción de los mecanismos de defensa. Quizá,
el escribir sea un mecanismo de defensa, pero eso no es lo importante, sino es
algo intrascendental y es explicar algo que de por sí tiene un dejo de
misticismo que al explicarlo rompe el encanto. El encantamiento de lo que se
escribe por sí mismo es un discurso, jugando con el concepto de Roberto Arlt,
para construir una mentira que me permita desenvolverme y encontrar mi propio
sendero.
Las lecturas hacen al
escritor, es lo que se sabe en la labor de la escritura. Orhan Pamuk es uno de
esos escritores que me han formado como tal, que bajo su imperiosa nostalgia
por un Estambul del pasado, me permitió redefinir mi esencia como artista. Pero
¿de qué se trata? ¿Una construcción nostálgica de un Zacatecas estambulino?: un
maestro decía, en una de las tantas clases sobre literatura contemporánea, que
nuestro estilo se define con base a nuestras perversiones e intereses, es un
proceso que se hace solo y bajo la influencia de los terceros. A manera, en
principio, de imitación para después saltar a un sello, a lo que nos hace único
frente a otros. ¿Qué es esa unicidad? Pamuk, en Me llamo Rojo, habla sobre la firma en la pintura, en la
ilustración, en un pasado ya lejano, como un hacerse único, un acto de
egolatría y vanagloria. Pero, esa unicidad ¿cómo definirla? Más bien, cómo
construirla, a base de qué: lecturas y experimentación. Quiero reflexionar
sobre lo primero, desde la perspectiva del legado.
Vuelvo a tomar el caso
de Orhan Pamuk. En Otros colores,
libro donde presenta su diario fragmentado, señala aquellos libros o autores
imprescindibles, sus autores cánones que le permitieron la construcción de su
identidad como escritor. Es sorprendente que anuncie a cuatro autores
latinoamericanos: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y
Juan Rulfo. Mas quiero enfocarme en la presencia borgiana, puesto que es de los
que mayor presencia tiene. Tomaré el caso de El castillo blanco donde pone en evidencia la dualidad, tema que
trabajó Borges en su momento, y el juego entre la realidad del texto literario
y la realidad. Leer la introducción permite conocer lo que ya se dijo: la
novela, a manera de El inmortal o de Los teólogos, se presenta como un texto
que un personaje, Faruk Darvinoğlu, quien también es personaje de La casa del silencio, rescata de un
archivo. ¿Cuál es la relación? El cuento borgiano de El inmortal se presenta como un manuscrito hallado en el último
tomo de la Ilíada de Pope
(considerada como una de las mejores traducciones en lengua inglesa que se
hayan hecho al texto homérico), “redactado en inglés y abundante en
latinismos”. Esta cercanía pone en la mesa de disección una nueva pregunta
¿alguna otro paralelismo? La dualidad o la cuestión del otro (interés que
vuelve loco a Pamuk, puesto que en su obra pretende dilucidar sobre el
conflicto Oriente y Occidente, como ya había señalado en anteriores
reflexiones), tomando el caso de La
espera. Si bien en la novela, hay una renuncia conforme, una aceptación
entre ambos personajes del cambio de identidades, en La espera el otro desconoce, por lo poco que el narrador nos da,
que el protagonista haya tomado su identidad. La haya hecho propia.
Esto, pues, conlleva a darse cuenta sobre las
influencias y los legados en el desarrollo de los escritores. Pero ¿por qué
hablar sobre ello? Si bien considero a Pamuk como uno de los principales
forjadores de mi estilo literario, sin olvidar a Cortázar y a Grimmelshausen,
esto conlleva a seguir un lineamiento: Borges, en cierta manera, llega hacia mí
de tercera mano y esto es un descubrimiento que me ha puesto a pensar de qué
tan adecuado es dicha influencia para mi desarrollo cuando es más fácil
acercarse a Borges. Hago una precisión: antes lo veía con ingenuidad. Ahora,
con ojo crítico y observador, lo leo como una alternativa. Es decir, como una
absorción del legado borgiano a su estilo, en concordancia con otras lecturas,
su educación, la vida personal y su estructura mental. Este tipo de
reflexiones, aventuradas tal vez, me ha hecho volver los ojos hacia mi propio
legado y mirar cómo se llega o la existencia de residuos de otros autores en el
oficio de escribir. En este caso, concretizando, llega Borges indirectamente
(ya asimilado) mediante la obra de Orhan Pamuk. ¿Será el caso de muchos
autores? Apuesto a que sí, sólo que la pregunta adecuada: ¿es acertado conocer
directamente a los autores o a la asimilación de los mismos? Lo cual conlleva a
un segundo cuestionamiento ¿qué tan originales es el autor contemporáneo?
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