domingo, 28 de septiembre de 2008

Un trozo más para el torpe de la izquierda


Desde una primera perspectiva, hablar de vicios a la hora de escribir nos remonta únicamente a las adicciones tales como el alcohol, el tabaco o la cocaína. O los errores en cuanto a estructura o coordinación de ideas a la hora de escribir. Esta vez, hablaré de mi ritual a la hora de escribir y los vicios que lo acompañan.
No soy de las personas que viajan a las montañas de la inspiración con alguna bebida embriagante, un buen tabaco u otro tipo de droga, como muchos prefieren, o de los que son adictos algún encaje o tela para sentirme bien mientras escribo. No puedo imaginarme frente a la computadora o mi cuaderno para escribir con cinco, seis o quizás más barras de chocolate, alguna fruta o un producto altamente dulcificado, de esas que el médico suele prohibir a los diabéticos. Son los pasteles o los dulces los alimentos que me acompañan en el monte de la concepción, donde las Musas toman sombra bajo el Árbol de la Sabiduría rodeada de artistas. Hablar de chocolates nos remonta la imagen del clásico obeso sueco con el rostro oscurecido por el dulce; a los corredores africanos que parecen hombres de chocolate. El xocolatl es uno de los legados más deliciosos heredados por los prehispánicos, cada vez que estoy bajo su influjo mientras escribo, mis sentidos se agudizan y puedo ver, oír, lamer u oler lo que escribo.
Un ambiente apropiado para escribir no tiene que ser forzosamente en una habitación, sino que le doy importancia a otros factores: una buena iluminación, con ventilación y muy silencioso. Prefiero los lugares donde no haya mucha gente, disfruto de la soledad implacable porque me ayuda a pensar e idealizar bien el texto pronto a nacer. Con esto no me declaro como un individuo antisocial sino que hay momentos y lugares para todo; la intimidad es un elemento indispensable para construir un texto. Si estoy en mi casa a la hora de escribir, tomo una ducha con agua tibia y me hago un masaje en los hombros o las piernas. Además de los dulces, suelo acompañarme de mi mascota en mi regazo o escucho música que esté de acuerdo con lo que voy a escribir. Si deseo un cuento nostálgico, escucho blues o jazz; cuando es alegre escucho melodías que inciten a bailar; el tango es indispensable al escribir un texto erótico.
Jamás me concentro si hay otra persona en la habitación.


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